Cuando la madre asiste al niño lo hace condicionada por su historia y la del grupo social al que pertenece. Lo asiste, interpreta y responde de acuerdo con sus propios pareceres, lo violenta porque sobreimprime sobre el psiquismo del hijo una forma particular de dar y recibir amor que pertenece a la experiencia histórica de esa madre como adulta o de quien este cumpliendo la función madre.
También puede observarse que a diferencia de su padre que reconoce que grita, Rodrigo habla tan bajito que no se lo puede casi escuchar. Con ambas modalidades los dos están pidiendo que se los escuche ya sea dentro del núcleo familiar como en la consulta con la psicopedagoga.
Schlemenson[i] en su texto se refiere al reconocimiento del lugar del padre y a la palabra del padre como ordenador del psiquismo infantil; a que el argumento “me lo dijo mi papá” justifica para el niño cualquier situación incierta; a la importancia de hablar con los hijos y relatarles aspectos verídicos de la propia historia personal de cada progenitor, para incrementar la curiosidad y el deseo de adquirir y enriquecer conocimientos.
Las relaciones maternas y paternas filiales facilitan u obturan. Como por ejemplo, las funciones maternas destructivas (desprecio y desconfianza en la potencialidad del niño) y las expulsivas (exigir autonomía anticipada a las posibilidades del niño) propician la aparición de problemas de aprendizaje.
En relación al caso Rodrigo, ¿la madre reconoce el lugar del padre?, ¿propicia su reconocimiento?; ¿el padre puede cumplir su función sin gritarle a Rodrigo, sin enfrentársele?; ¿el padre puede ser escuchado por la madre?; ¿la madre puede escuchar a ambos?; ¿Rodrigo se siente escuchado por sus padres?
[i] Schlemenson, Silvia. “El aprendizaje: un encuentro de sentidos”. Cáp. Partiendo del origen. Edit. Paidós. Bs.As
Lic. Gabriela Castellano
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